Los gordos
desarrollamos el sentido de la puntualidad desde muy jóvenes. Aprendemos que si
llegamos tarde tenemos que saludar a todos pasando entre sillas y lugares por
los cuales no entramos, o no podemos elegir el mejor lugar en la mesa (la que
tiene salida fácil sin joder a nadie).
No nos
importa tener acceso a la comida. El gordo entrenado no come tanto en los
cumpleaños por dos razones fundamentales...
1 – Te sabés
observado por todos; sentís que tenés un cartel luminoso encima de la cabeza
que cuenta la cantidad de empanadas que comiste.
2 – Siempre te
toca en la mesa un flaco sentado al lado, hijo de puta, que comió una pizzeta,
una empanada y tira en voz alta el “uff, me llené, no puedo más” y te retira
automáticamente del juego.
Ya vas
mentalizado que no vas a comer mucho y no te calienta. Tu única preocupación
radica en no quedar ubicado en el extremo de la mesa, alejado de todo, como
ser, por ejemplo, el baño.
Te juro por Dios que no me levanto. Aunque me
explote la vejiga, no me levanto. Me incomoda muchísimo el:
- Permiso,
metete con la silla un cachito para adentro… Un poco más… Un poco más… Un poc…
dejá, me meo encima hijo de re mil puta.
¿Por qué le preguntan
siempre al gordo si comió bien? Eso es de garca mal. Lo dejás pegado delante de
todos ¿Cómo es? ¿Si el gordo comió bien el cumpleaños está aprobado?
No, no comí bien porque este sorete que
tengo al lado dijo que se llenó diez minutos después de que se sentó.
Volvamos al
tema de la puntualidad. Es algo que ya no manejo, que tengo incorporado. Prefiero
esperarte cinco minutos antes que llegar tarde. Puedo tener mi butaca reservada
en el cine o en la cancha, pero no me importa, yo te hago la vigilia una horita
antes por si las dudas.
Si me decís "Vení temprano" me cagás la vida. Mi "temprano" tiene hora, hora y media de diferencia respecto al "temprano" de los demás. Pero si voy a la hora de tu "temprano" y no al del mío, siento que me fallo a mi mismo. Me estaría cagando en mis principios.
Para mí un “tipo
diez estamos ahí” es, como tarde, 22:01. No es a las 22:45.
Ahora en pareja,
arrastro a mi mujer en esa puntualidad excesiva.
- Estoy harta de ser siempre la primera en llegar.
- Tranqui gorda que hoy llegan temprano.
Por supuesto, después me la
tengo que fumar los 44 minutos de diferencia puteando sobre mi exceso de
puntualidad porque nadie llegó a la hora prometida.
Termina teniendo razón. Pero la tiene sólo porque el mundo está lleno de impuntuales
que no pueden cumplir con un contrato tan básico como “si me dijiste a las diez,
es a las diez”. Si pensar llegar a las once, está todo bien, yo no me enojo, pero
no seas hijo de puta y avisame.
Me he encontrado varias veces a 180 por la autopista bs.as. - la plata, desesperado, con cara de orto, enojado con la toda la familia, enloquecido mal por intentar llegar a un horario pautado, y aún llegando 30 minutos después y de haber puesto en riesgo la salud y la vida de mi familia, encontrarme con que soy el primero en el lugar. La gente como nosotros no puede evitarlo. Es más, conozco el caso de un amigo que casi se divorcia el mismo día de su casamiento por un el atraso de su mujer en el altar...
ResponderEliminarSi, pero mejor no contemos lo de tu amigo para no generarle un quilombo al pedo. No vaya a ser cosa que la mujer lea justo este blog.
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