miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dame fuego, dame dame fuego.

Hay días que en el laburo consigo irme antes. Compenso horas extras que quedan perdidas por ahí. Se festejan como si fuesen tres puntos jugando de visitante.
Un día como cualquier otro, cerca de las dos y media de la tarde, hago la pregunta de rigor:

- ¿Necesitan algo de mi?

Y ante la negativa de todos ya sabiendo lo que va a pasar, agarro la mochila y me voy.

A la oficina me acompañan siempre mi mochila y mis auriculares. Creo que la mochila es solamente para guardar los auriculares cuando llego a destino. No lleva nada más.

Me subo al bondi en Constitución, de esos que tienen puertas en el medio, me siento en uno de los asientos dobles anteriores a la puerta y me pongo los auriculares. Colectivo cargado normal. Nadie parado, pero muchísimos sentados.
Cuando escucho música, suelo pensar en cualquier cosa. Y más si estoy contento y ahorrándome tres horas de trabajo.
Yendo por Entre Rios, llegando a San Juan, el colectivo detiene su marcha. Imagino que producto del tráfico, de algún semáforo en rojo. Daba igual...

Miro por la ventana y empiezo a ver mucho humo.
"Creo" escuchar "Se prende fuego el colectivo" (recuerden mis auriculares puestos, la música sonando, nada muy claro). En un acto reflejo, y aprovechando que a mi izquierda el asiento estaba vacío, salto el asiento, corro hacia la puerta y me tiro antes que cierre. Me doy vuelta y veo que soy el único. Las puertas se cierran delante mío. El colectivo arranca y sigue su marcha. La gente me miraba por la ventana sorprendidos. No entendían mi reacción.

El colectivo que se prendía fuego era el de al lado.

Agaché la cabeza y caminé hasta la próxima parada para esperar al próximo colectivo. Claramente no estoy para bombero voluntario.

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