viernes, 6 de septiembre de 2013

(No) Vamos de shopping...

Lo peor que pudieron haber hecho con los cines fue meterlos adentro de los shopping. Antes, uno iba un rato más temprano al cine, hacía la mágica fila, compraba el “Combo pareja” o su respectivo dependiendo de la época (no me vengan con compartir la gaseosa o comprar pochoclos chicos porque no me va), veía la peli y se iba a su casa.
Ahora, ir al cine viene acompañado de la experiencia previa de pasear en los shopping y para mí, ir en pareja a ese lugar es casi una tortura...


Los hombres y las mujeres recorremos los shopping de formas muy diferentes.
Los hombres tenemos marcados cuatro o cinco puntos claves: Fravega o Garbarino para ver las teles y/o equipos de música que nunca en la vida tendremos, uno o dos locales de ropa deportiva, algún local de ropa bien y antes (ahora no tanto), Musimundo. El resto de los locales del shopping son para nosotros puertas a otra dimensión a las cuales no entraríamos ni por error.
Y la experiencia es bastante simple. Se mira la vidriera y, si solo sí en la vidriera hay algo que nos gusta, se entra y se prueba ese modelo, ese color y nuestro talle. Cualquier combinación de estos que no haya, se agradece y uno se retira. No hay mucho más para hacer. No se improvisa. Con veinte minutos estamos hechos y volvemos súper contentos con el paseo.

Pero la mujer… la mujer es diferente. Ellas no miran la vidriera. Ellas entran directo al local, no saludan y van directo a las dos millones de prendas que están colgadas sobre la pared. Las pasan una a una como buscando la puerta a Narnia, y de repente descuelgan una. Se la muestran a la vendedora, y le piden “una como esa en otro talle y en otro color”. La vendedora baja de una escalera altísima la prenda, modelo, talle y color solicitado y la mujer se la prueba. Sale del probador, la devuelve y sigue buscando. Esta experiencia cíclica que durará tres o cuatro prendas (tal vez más) se repite en cada local mientras que uno espera en la puerta (porque no entrás a esa jaula de leonas NI-EN-PE-DO) boludeando con el celular (gracias a Dios la modernidad nos entregó esta hermosa herramienta que nos permite distraernos mientras ellas recorren el ochenta por ciento del shopping probándose cosas). Imaginen la misma experiencia cinco o seis años atrás, con el Nokia 1100!!! Jugabas con la linterna… ¿qué ibas a hacer?
Me molesta que les dejen el local dado vuelta de todo lo que quisieron probarse y no se lleven nada. Me da culpa. Comprale un llavero, algo, pero no la dejes a la vendedora así. Jugaste con su ilusión de meter una comisión durante veinticinco minutos y no le compraste nada. Desde la puerta las miro y me pongo mal. Entraría a abrazarla y a decirle al oido:

- No te preocupes, siempre es igual de hija de puta. Lo hiciste bien. No sos vos, es ella.

¿Me explicás por qué paran en las vidrieras de los locales de Cheekys o Mimo a mirar ropa de bebe sin tener siquiera un sobrino?

- Mirá que lindo…
- ¿?

No hay que mezclar las salidas. El cine es en pareja, el shopping es con amigas. Ah, y los pochoclos son en balde, las gaseosas una para cada uno y no quiero los chocolates porque ya compré en el quiosco.

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