Lo peor que
pudieron haber hecho con los cines fue meterlos adentro de los shopping. Antes, uno iba un rato más temprano al cine, hacía la mágica fila, compraba el “Combo
pareja” o su respectivo dependiendo de la época (no me vengan con compartir la
gaseosa o comprar pochoclos chicos porque no me va), veía la peli y se iba a su
casa.
Ahora, ir al
cine viene acompañado de la experiencia previa de pasear en los shopping y para
mí, ir en pareja a ese lugar es casi una tortura...
Los hombres
y las mujeres recorremos los shopping de formas muy diferentes.
Los hombres
tenemos marcados cuatro o cinco puntos claves: Fravega o Garbarino para ver las
teles y/o equipos de música que nunca en la vida tendremos, uno o dos locales
de ropa deportiva, algún local de ropa bien y antes (ahora no tanto),
Musimundo. El resto de los locales del shopping son para nosotros puertas a otra
dimensión a las cuales no entraríamos ni por error.
Y la experiencia
es bastante simple. Se mira la vidriera y, si solo sí en la vidriera hay algo
que nos gusta, se entra y se prueba ese modelo, ese color y nuestro talle.
Cualquier combinación de estos que no haya, se agradece y uno se retira. No hay
mucho más para hacer. No se improvisa. Con veinte minutos estamos hechos y
volvemos súper contentos con el paseo.
Pero la
mujer… la mujer es diferente. Ellas no miran la vidriera. Ellas entran directo al
local, no saludan y van directo a las dos millones de prendas que están
colgadas sobre la pared. Las pasan una a una como buscando la puerta a Narnia, y
de repente descuelgan una. Se la muestran a la vendedora, y le piden “una como
esa en otro talle y en otro color”. La vendedora baja de una escalera altísima la
prenda, modelo, talle y color solicitado y la mujer se la prueba. Sale del
probador, la devuelve y sigue buscando. Esta experiencia cíclica que durará
tres o cuatro prendas (tal vez más) se repite en cada local mientras que uno
espera en la puerta (porque no entrás a esa jaula de leonas NI-EN-PE-DO)
boludeando con el celular (gracias a Dios la modernidad nos entregó esta
hermosa herramienta que nos permite distraernos mientras ellas recorren el
ochenta por ciento del shopping probándose cosas). Imaginen la misma
experiencia cinco o seis años atrás, con el Nokia 1100!!! Jugabas con la
linterna… ¿qué ibas a hacer?
Me molesta
que les dejen el local dado vuelta de todo lo que quisieron probarse y no se
lleven nada. Me da culpa. Comprale un llavero, algo, pero no la dejes a la
vendedora así. Jugaste con su ilusión de meter una comisión durante veinticinco
minutos y no le compraste nada. Desde la puerta las miro y me
pongo mal. Entraría a abrazarla y a decirle al oido:
- No te preocupes, siempre es igual de hija de puta. Lo hiciste bien. No sos vos, es ella.
¿Me explicás
por qué paran en las vidrieras de los locales de Cheekys o Mimo a mirar ropa de
bebe sin tener siquiera un sobrino?
- Mirá que
lindo…
- ¿?
No hay que
mezclar las salidas. El cine es en pareja, el shopping es con amigas. Ah, y los
pochoclos son en balde, las gaseosas una para cada uno y no quiero los
chocolates porque ya compré en el quiosco.
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