jueves, 8 de enero de 2015

La batalla por "La teta de la Vida"

La historia de la humanidad ha dado innumerable batallas dignas de ser recordadas: Persas contra espartanos,  troyanos contra aqueos, Don Ramón contra el Señor Barriga cuando le venía a cobrar la renta, entre otras.

Creo que es un buen momento para dejar asentada una de ellas, que quizás no es fácil de encontrar en los libros de literatura de una biblioteca: La batalla por “La teta de la Vida”...



En una tierra que no conozco y en un tiempo que no me acuerdo, cuenta la historia que existió una poderosa Leona digna de cualquier otra historia de mitología griega. Con unos ojos grises enormes y una sonrisa hermosa era más temida que la misma Inflación en esos tiempos. Así como Medusa podía volverte de piedra con su mirada, esta Leona era capaz de reventarte los tímpanos con sus rugidos o hacerte expulsar el alma con sus lágrimas.

La Leona era poseedora de “La teta de la Vida”, fuente de su vitalidad y energía en los últimos cinco meses y había que quitársela porque así lo disponían los Dioses. El problema era que cada vez que alguien se disponía a arrebatársela, caía derrotado en el intento. 
Como las historias a veces suelen ser crueles, los Dioses decidieron quién sería el próximo caballero en hacer el intento: PapáGordo era el elegido, alguien que de alguna manera estaba sumamente ligado a la criatura. 

Pediatrus, el consejero del reino le aconsejó oponerse a la decisión afirmándole que nadie en la historia había tenido éxito en misiones como esa, pero cuando los Dioses bajan línea, son casi tan terribles como las esposas.

Para hacer la batalla un poco más pareja, los Dioses le entregaron lo que consideraron sería el arma que cambiaría el destino de “La teta de la Vida”: El poderoso Biberón (ojo, no estamos hablando del nombre mitológico de una espada o una lanza, estamos hablando de una hermosa mamadera rosa).

Hiperbólicas batallas se sucedieron con el correr de los días. En las primeras, la Leona se aprovechó de la inexperiencia del caballero. En las siguientes también. El resultado era siempre el mismo. PapáGordo volvía con la cabeza gacha y el biberón en la mano mientras los Dioses reprochaban la falta de paciencia y decisión del elegido. En algunas de ellas, alcanzaba con los rugidos para desanimar al caballero. En otras, las lágrimas le destrozaban el alma y debía finalizar con la contienda. La teta de la Vida seguía en poder de la Leona.

Cuando los Dioses entendieron que el tiempo comenzaba a agotarse, tomaron una decisión y se pusieron firmes. Ese día, le comunicaron a PapaGordo vía Whatsapp que “La teta de la Vida” no iba a regalarle a La Leona ni una sola gota del preciado elixir por las próximas siete horas. La batalla final estaba por comenzar.

El caballero PapáGordo se subió a su corcel Linea84 y emprendió el viaje desde las tierras lejanas de Barracas hasta el castillo de la Leona. Se bajó del corcel por la puerta de atrás y subió hasta el noveno piso de la primera torre. En su mano izquierda, una bolsa con las cosas del almacén de al lado (que también los Dioses le habían ordenado comprar en aquel mensaje de Whatsapp). En su mano derecha, su única arma: El poderoso Biberón.

Apenas lo vio con el arma en la mano, la terrible Leona entendió la estrategia de los Dioses: Debilitarla durante horas para que se entregue fácil al gran Biberón. Lejos de rendirse, achinó los ojos, abrió la boca bien grande, comenzó a lagrimear y a emitir los rugidos más fuertes en la historia de esas tierras. 

La batalla no tenía nada que envidiarle a la película “300”. PapáGordo atacaba a biberonazo limpio y la Leona se defendía con sus garras y rugidos. Las lágrimas de la Leona debilitaban al caballero que comenzaba a agotarse y perder la paciencia. De golpe, un sonido distrajo a la bestia al punto que dejó de rugir y de llorar. BabyTV la desconcentró con unos dibujitos pedorros y PapáGordo entendió que ese era su momento. Lanzó con todas sus fuerzas el biberón hacia la boca de la Leona que lo vio venir, rugió más fuerte que nunca, mostrando sus encías porque dientes todavía no tiene y la aparto con ambas garras.

PapáGordo estaba devastado y se encaminaba a una nueva derrota. Sus tímpanos no resistían un nuevo alarido, su alma no podía contra más lágrimas y su espalda no soportaría mucho tiempo más el peso de la batalla que ya llevaba una hora y media. 
Le quedaba una única carta por jugar y entendió que ese era el momento. Buscó en el bolsillo derecho de su armadura, sacó la caja mágica Sony que le habían vendido unos ladrones en las tierras de Claro, y empezó a sonar la dulce melodía de BabiesU2 a través de Spotify. Como por arte de magia, la Leona se durmió.  

PapáGordo tenía bien claro que no había forma de recuperar “La teta de la Vida” con la Leona dormida. Era una batalla que debía librarse con ambos despiertos. Se dirigió a la roca blanca con forma de banco que estaba situada frente a la criatura, clavó el biberón en el piso, se sentó a contemplarla dormida y a pensar como redactar este cuento; aún sin saber cómo terminaría esa historia. La más épica de todos los tiempos.

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