No estoy nervioso. No
señor. Tampoco ansioso. Bueno, ansioso un poco sí porque vivo ansioso, pero no
soy boludo. En siete días (si San Expedito se pone las pilas y empieza a hacer
ejercicios de Investigación Operativa) puede que para esta hora ya sea
Licenciado. Aunque también puede que no y es mejor estar preparado. Uno debe
prepararse para lo malo y dejarse sorprender por lo bueno.
Así que mejor mentalizarse
y organizar el paso a paso de lo que será esa tarde nefasta.
A la hora, horita y
media de examen ya vas a saber que la tarde viene gris. Te vas a dar cuenta que
no entendés una goma de los enunciados
pero por nada del mundo te levantes y entregues. Nadie te va a ayudar ni a dar
una mano, pero quedate sentado ahí porque te conozco.
Vas a entregar el
examen cerca de las tres de la tarde con resignación y con altura (esa que no
se ve reflejada en tu metro setenta) y le vas a solicitar que te lo corrija
porque con ese examen te recibís (a esta altura más “Mentira” que la canción de
Valeria Lynch).
Te vas a parar fuera
del aula con el corazón latiendo a mil por hora a punto de generarte un espasmo
porque las esperanzas nunca se pierden y a pesar de ser consciente que existen
mayores chances de ganar el Loto que de aprobar el examen esa tarde, uno cree
en la divina providencia, y en que esa vieja con aires de superada tenga un
poco de alma o un nieto al que le recuerdes.
Cuando la profesora
parecida a Dolores Umbridge (personaje Harrypottense para los que no estén
familiarizados) ponga cara de circunstancia y se acerque a paso lento para
darte la mala noticia, te la vas a bancar como un hombre. Nada de mariconear,
nada de pedir revisión, nada de nada. No te quiero ver intentar llorarle con
esa excusa boba de que te recibís. Si hubieses boludeado menos con la Play y le
hubieses dedicado el tiempo merecido no estarías pasando por esta situación. No
me vengas con que sos un pelotudo porque ya lo sabemos, así que sonreíle con
cara de “acá no ha pasado nada” y decile como si no te importara nada “que
lástima, nos veremos en la próxima”. Media vuelta y a la calle.
No vas a tener tiempo
para el bajón. A lo sumo a la noche te pedís un kilo de helado y te lo bajás
mirando una de las películas del canal SPACE, pero en este momento no hay
tiempo para bajonearla porque todos están esperando la noticia.
No me acuerdo bien
quién era el autor que decía que para que una mentira sea creíble, tiene que
tener algún dato de verdad, entonces vas a sacar el celular del bolsillo, vas a
entrar a Facebook y vas a escribir (todo en mayúscula): LICENCIADO, LA CONCHA
DE TU MADRE. Licenciado, la mentira. La concha de tu madre, lo que dicta tu
corazón en estos momentos; la verdad.
Vas a agradecer cada
una de las felicitaciones (porque una cosa es que vos seas infeliz por
irresponsable y otra que pongas triste al resto de la gente que te quiere por
pelotudo) y te vas a preparar para lo que todos están esperando: La tirada de
huevos. Sonreí y disfrutalo como si de verdad te estuvieses recibiendo, porque
cuando en tres meses vuelvas a rendir y lo des bien, no se lo vas a poder
contar a nadie.
Ahora vas a tener que subir foto de la libreta porque ninguno de nosotros te va a creer
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